sábado, 14 de noviembre de 2015
PEDRO y LAILA VIAUD- . MISIONEROS PARA EL MUNDO
FE SOBRE RUEDAS
INTRODUCCIÓN
Corría el año 1973. La situación política y económica en El Salvador no era muy prometedora. Había inconformidad, manifestaciones de descontento contra el gobierno y el sistema, secuestros, abusos y rumores de guerra.
En la universidad nacional, donde yo estudiaba, había también inestabilidad, más que en ninguna otra parte.
Sin embargo, esta problemática política y social no me afectaba personalmente. Más bien, era algo en mi interior que me preocupaba. Tenía 22 años de edad y no quería seguir la corriente; no quería ser un producto de la generación en que vivía ni adoptar sus ideales. Comprendía, que vivía en un mundo injusto, pero también entendía, que no podía combatir la injusticia con más injusticia. Contra el odio no había salida.
Creo, que me sentía como “Ismael” de la obra literaria Moby Dick; un personaje que no encontraba nada atractivo sobre tierra firme, por lo que decide embarcarse a la aventura. De igual manera, tuve la suerte de embarcarme en un crucero llamado “Sun Viking” de la Royal Caribean Cruise Line. No iba a la casería de ballenas, sino que mas bien se trataba de un trabajo que consistía en que los pasajeros aburridos se sintieran mejor, viviendo en un ambiente más limpio. Pero la vida resultó aún más monótona, sin ninguna finalidad. Sobre todo, me parecía una vida encaminada irremediablemente a la derrota, porque se trataba únicamente de trabajar para seguir existiendo.
Lo peor de todo, es que estos cruceros no iban al destino que tanto deseaba conocer — como Europa. Había visto tantas fotografías del viejo continente que me sentía fuertemente atraído a su historia, su paisaje, su gente, su cultura … y fue así, que hasta octubre de 1973 mi sueño se hizo realidad. Volé a Luxemburgo acompañado de dos amigos y… ahí estábamos; sí, allí estábamos en un mundo nuevo y desconocido. Era el comienzo de una aventura, no tenía dinero para regresar en caso de que las circunstancias se volvieran hostiles, pero precisamente en eso consistía la aventura, en que yo mismo me había impuesto “los límites”.
¿Cuál era el objetivo de todo ello? En aquel momento no hubiera podido expresarlo. Para que nuestro sentir se vuelva pensamiento y cobre forma, se necesita de tiempo. Ahora comprendo, que en parte lo que quería era probarme a mí mismo, quién era yo individualmente, sin aquel fundamento de protección y amor que me habían dado mis padres.
¿Cuál era mi identidad? ¿De qué clase de material estaba hecho? ¿Era bueno, o era malo? ¿Podría desenvolverme por mi propia cuenta? ¿Qué sucedería si se me terminaba el dinero? Sobre todo, una gran pregunta: Si Dios existía, ¿sería lo suficientemente personal como para ayudarme?
Después de un mes la novedad había pasado. Con mis amigos estudiábamos un curso intensivo de italiano en Roma, tres horas diarias. Me sentía defraudado, porque descubrí que esa realidad y rutina de la vida es la misma en todas partes, y eso me impactó como nunca antes.
A pesar que la economía de Italia era mejor, la gente no parecía ser más feliz. Descubrí, que no había nada que descubrir. Sin embargo, había un aspecto casi imperceptible, mientras caminaba hacía la universidad, alguien se me acercó y comenzó a hablarme de Jesús. Apenas recuerdo la conversación. Lo que sí recuerdo es haberle dicho que no estaba de acuerdo con la religión, porque era incoherente. Tantas riquezas en el Vaticano y tanta pobreza en el mundo. Conversé entonces con este joven, Mike, que había sido un gran drogadicto. Los doctores le habían diagnosticado invalidez y él me contó cómo Jesús le había sanado y cambiado su vida. Después de ello, me presentó a tres hermanas escandinavas: Eija, Britt-Marie y Gunilla. Entonces vi en sus ojos una luz diferente, como algo que nunca antes había visto. Era una luz que me hacía sentir que ellos tenían la Verdad y pensé:
“Daría cualquier cosa por tener lo que ellos poseen”.
Mike, me había contado, que estaba viviendo en una Iglesia Cristiana Evangélica, dirigida por el Pastor Luciano Crociani, y que se preparaban para levantar una carpa en la cual iban a predicar.
A pesar que ese primer encuentro me impactó, en las 2 semanas siguientes no experimenté ninguna novedad, hasta que un día vi un tratado cristiano, que alguien había dejado en una ventana del comedor universitario. Era la misma dirección de la Iglesia, y entonces me di cuenta que habían regresado.
Pienso que fue el Espíritu de Dios quien había puesto tal convicción sobre mí, pues, me atemorizaba encontrarme con estos “Jesús Freaks.” Comencé a sentir que Jesús quería hacer de mí un discípulo suyo.
Desde la edad de 17 años, había pensado muchas veces, que si hubiera vivido en el tiempo de Cristo, me hubiera sentido fuertemente atraído a seguirle como uno de sus discípulos, porque veía, que siguiéndole la vida tenía sentido. Su amor, su ejemplo, sus milagros, sus enseñanzas… todo ello ejercía una atracción fascinante sobre mí, pero también creía, que Jesús era solamente un gran personaje que había vivido hace 2000 años. Sí, creía que había resucitado, pero, todo eso… ¿De qué servía, si se había ido al cielo? y nos dejaba igual a como estábamos antes.
En realidad, creo que no había visto un ejemplo auténtico de alguien, que viviera exclusivamente para Él, excepto en un par de casos: un compañero de universidad y un marinero del barco. Fueron casos aislados, que me hicieron reflexionar hasta cierto punto, pero… esta vez, era diferente, se trataba de un desafío. Había efectivamente gente, que seguía a Jesús en pleno siglo XX. Gente que habían dejado todo para ir por el mundo a evangelizar. Personas que vivía por fe.
Así que cada encuentro con estos jóvenes provocaba, que me sintiera cada vez bajo mayor convicción y temor. No había venido a Europa para dejarlo todo. No era algo honorable ir a vivir en tiendas de campaña en pleno Roma.
Además, dentro del ambiente universitario, estos jóvenes eran considerados espías de la CIA (Servicio de Inteligencia Americano), que venían a ver si había armas en “La Casa dello Studente.” Los habían humillado, golpeado, amenazado, y claro, por toda esta mala fama que tenían no quería identificarme con ellos.
Había hecho amigos italianos comunistas, que me tenían en alta estima, solo por ser Latino Americano. Creían que yo era como el “Che Guevara”, su ídolo. Ellos nunca hubieran podido aceptar mi asociación con los jóvenes cristianos de la carpa. Incluso, me habían invitado a viajar con ellos a las montañas, adonde ansiaba conocer la nieve. La única vez que la había visto era en el Popocatepel (México), pero no era una nieve fresca. Por tanto, tenía que pensarlo bien, después de todo, se trataba de una decisión que iba a afectar el resto de mi vida.
Así que había un gran conflicto en mí.
Sabía, que mi entrega a Cristo debía ser por el resto de mi vida, que sería algo incondicional, que si ponía mi mano en el arado y luego miraba hacia atrás, no podría ser digno del Reino de Dios.
El Señor tuvo misericordia de mí, ya que muchas veces es a través de las contradicciones, que recibimos luz para entender y hacer su voluntad.
He aquí lo que sucedió: Había pedido una señal, y claro, una señal puede ser algo peligroso. Resulta — un día me di cuenta de que me habían robado todos mis documentos de identidad, comenzando por el pasaporte junto con todo mi dinero.
De alguna manera lo entendí, y sólo yo lo podía comprender, que esta señal, que había pedido se trataba de la identidad. Dios me iba a dar otra identidad. El Señor me iba a adoptar en su familia como un hijo legítimo. Ya no iba a ser yo quien vivía, sino iba a ser Cristo quien iba a vivir en mí.
En cuanto a los documentos, tuve que hacer una demanda a la policía, declarando todo lo que había perdido. Ya que me había inscrito en la embajada de El Salvador en Roma — entonces, con una copia de la demanda me dieron un pasaporte nuevo. Sin embargo, unos días después de haber recibido mi pasaporte, llegaron por correo a la embajada, mi pasaporte viejo, con todos los demás documentos.
Lo que habría sucedido, fue que el ladrón, o quién lo encontró, los había metido en uno de los muchos buzones de correo que hay en Roma. Esta es una costumbre, sobre todo entre los gitanos, ya que si la policía los llegara a encontrar con documentos ajenos, los encarcelarían para investigarlos.
A pesar que los documentos van sueltos, es decir, no van en un sobre, eventualmente llegan a las respectivas embajadas, si son de extranjeros, o directamente a la dirección de sus propietarios.
Me admiré de “la ética del ladrón” , por así decirlo, ya que cuando perdemos cualquier documento de identidad, toma mucho tiempo en diferentes oficinas y esfuerzo, para recobrarlos.
Y retomando lo anterior, nuestra verdadera identidad es invisible, es espíritu y es alma. Esto es lo que constituye nuestro verdadero ser, y mientras Dios no nos adopte como sus hijos, vamos a tener una crisis de identidad. Nuestra necesidad más grande consiste en saber que tenemos un Padre amoroso, y que su amor hacia nosotros es incondicional. Este vacío puede ser satisfecho, sólo cuando voluntariamente le pidamos que nos adopte, y al hacerlo, comprendamos también que debemos vivir agradándole.
Al terminar mis declaraciones, decidí visitar el campamento cristiano, ubicado en la Vía Cristóforo Colombo (Roma). Había un predicador llamado Bill Lowery, quien estaba impartiendo un mensaje con potencia, unción y autoridad, no como un religioso, sino como alguien que ha experimentado el poder de Dios en su propia vida.
El mensaje consistía en la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, y cómo esa historia se compara a nosotros, como esclavos del pecado. Explicó, que solamente Jesús puede liberarnos, tal cual se lee en el Nuevo Testamento de la palabra de Dios: “Si guardáis mis mandamientos seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:31,32).
Fue esa noche que me convertí, el 27 de Diciembre de 1974.
Nueve días más tarde, fui aceptado en el grupo, que en aquel entonces consistía de unos 100 miembros, casi todos ellos eran muy jóvenes. Allí conocí a la que ahora es mi esposa, Laila, quien hacía 6 meses se había incorporado a la misión en Suecia. Eso fue cuando el Ministerio “Cristo es la Respuesta” levantó la carpa en Gotenburgo. Era la primera vez que la levantaron en Europa.
Por la gracia de Dios, Laila y yo estamos felizmente casados. Como dice el proverbio: “El que haya esposa haya un bien y ha encontrado el favor de Jehová.” Tenemos 5 hijos y varios nietos, y han pasado más de 30 años después de mi conversión.
Tendría muchos libros que escribir de victorias y derrotas, tristezas y alegrías. Ciertamente, ha sido una vida abundante, y he estado en muchos países. No podría decir exactamente, porque me sentí inclinado a escribir nuestras experiencias en Rusia. Quizá haya sido, porque en mis primeros diez años de discípulo, creía saber mucho, y sobre todo, cómo obtener de Dios lo que deseaba. Todo era como blanco y negro, y sin embargo, en estos últimos años comienzo a entender, que es muy poco lo que sé, ya que nuestro Dios es un Dios impredecible, en un buen sentido de la palabra, y también en el mal sentido de la palabra, si vemos las cosas solamente bajo el punto de vista de conveniencia y subjetividad personal.
La experiencia en Rusia ha sido muy dura, y no he podido hacer conclusiones definitivas. Me consuela saber, que el último capítulo de la evangelización del pueblo ruso, aún no ha sido escrito, pero sí creo, que va a ser un capítulo victorioso, porque nuestro Dios es un Dios Invencible, aunque a veces parece que salimos perdiendo — pero en realidad, Él esta haciendo algo, para llevarnos de victoria en victoria.
Nuestras derrotas son sus victorias,
porque sólo así aprendemos
a ser más humildes.
Dietrich Bonhofer dijo: “Si Dios pudiera ser demostrado, sería un ídolo”.
Ciertamente, aunque hubiéramos caminado muy cerca de Él por muchos años, y por mucho que nos haya revelado, siempre habrían aspectos de su Persona, que continuarían encubiertos. Digo esto, porque me causa enojo cuando alguien viene con una actitud de superioridad, tratando de desmenuzar los misterios de Dios, sugiriéndome poner a un lado todo lo que hasta hoy he aprendido, y luego ni él mismo sabe de qué está hablando.
Dios, es un Dios personal. Personal con cada uno de nosotros. Mi deseo es que con este libro, Dios pueda mostrarte algo personalmente, ya que viendo mi experiencia y los principios que he descubierto, podrías aplicarlo de una manera muy distinta de la que yo me podría imaginar.
Nos volveremos a ver, porque el último capítulo de la evangelización de Rusia, aún no ha sido escrito.
Quisiera aclarar, que éste libro no está escrito con la intención de atacar a nuestros hermanos ni ofender sus sentimientos, sino mas bien, es el hecho de sensibilizarnos a lo que un misionero puede sentir en un país extranjero, y quiere hacer algo por el beneficio de su prójimo.
PARTE I
¿HALLARA FE EL SEÑOR, AL REGRESAR A LA TIERRA?
Esta es una pregunta, que no tiene respuesta en las Escrituras mismas. Es como cuando le preguntaron a Jesús cuándo regresaría, y él respondió, “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mateo 24:36).
Podemos hacer toda clase de estudios y especulaciones, pero lo que a Dios le interesa sobre todo, no es que lleguemos a “descubrir” algo relacionado con en el libro de Daniel y de Apocalipsis (aún siendo provechoso) ,sino en la formación de nuestro carácter, para que se asemeje al de Cristo. Cuando esto suceda, estaremos preparados para encontrarle, y así en la Eternidad poder gozarnos a un nivel semejante al suyo en su Reino.
El objetivo de este libro es el de examinarnos a nosotros mismos minuciosamente, para saber si estamos en la fe, pues, el carácter de la pregunta debería hacernos despertar y preguntarnos: ¿Qué es fe? ¿Estamos o no, viviendo por fe? Ya que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).
I Capitulo 1. ¿Qué es la fe?
Si hemos asistido regularmente a la escuela bíblica, será muy fácil contestar esa pregunta recordando el versículo de (Hebreos 11:1), que dice: “Es pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”.
Pero leer el pasaje no es suficiente, porque esta escritura se limita a darnos la información en cuanto a la fe, puesto que la revelación contenida, solamente Dios nos la puede proporcionar. Por tanto, tendremos una revelación de lo que es fe, cuando hayamos experimentado en nuestra propia vida el poder de Dios de una manera personal.
La revelación podemos obtenerla como un resultado de nuestra obediencia, dependiendo solamente de Él, sobre todo cuando las circunstancias son adversas, y habiendo determinado en nuestros corazones una confianza incondicional y absoluta en Él.
Pensar que leer este libro aumentará tu fe de manera automática, sería como confiar en aprender un idioma simplemente estudiando la gramática. Aunque conozcamos todas las reglas de la sintaxis y la conjugación de los verbos, nuestro conocimiento teórico no tendrá ninguna vida hasta que comencemos a comunicarnos en esa nueva lengua.
Hay idiomas muy difíciles de aprender, pero no deja de sorprendernos, ver a niños pequeños hablando su lengua nativa, de una manera tan fluida sin haber asistido a la escuela para aprenderlo. Ahora, es sabido, que no existe una escuela visible para aprender a desarrollar nuestra fe. Pero si tenemos a grandes hombres, como: Noé, Abraham, Moisés y el apóstol Pablo que desarrollaron una fe a través de sus vidas en obediencia al Señor.
Creo, que no existe una fórmula o un procedimiento especial por el cual podamos aumentar nuestra fe. Si consistiera en seguir instrucciones, como; reparar el motor de un auto, construir puentes o manejar un tractor, el mundo estaría lleno de hombres de fe, porque estos procedimientos son atractivos, y al final de nuestros esfuerzos, nos sentimos “satisfechos” de nosotros mismos, porque “logramos armar el rompecabezas”. Más la fe de la Biblia no funciona así.
La Fe tampoco consiste en no razonar, “dejar todo en las manos de Dios”. Es necesario poner de nuestra parte, estudiando su palabra de todo corazón, pues, la fe se obtiene, y se aumenta recibiéndola diariamente.
Sin Fe, estamos totalmente desprotegidos contra el adversario. En (Efesios 6:16) el apóstol Pablo, indica con absoluta claridad que la fe es parte vital de la armadura de Dios, 16 “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno”.
Por esta razón, Jesús en sus oraciones pedía que no le faltara la fe a los discípulos. El sabía, que era lo más importante, para poder resistir toda adversidad, y poder llevar a cabo la obra de evangelización.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario